15.2.07

Cuelgue maquia(v)(b)élico.

Ha comenzado a llover. Nada, sin embargo, ha cambiado, salvo una humedad borrosa que se levanta como la apóteosis del inferno consumado. Camino (sí, es primera persona, soy yo quien camina) entre los recovecos del Hades urbano, sin evitar nada pero sin buscar nada. ¿Para qué buscar? No el azar, sino las disposiciones arbitrarias del Demiurgo (esas de las que tanto disfruto, si ando de buen humor) van revelándose, sí, son el dato revelado. No es una cuestión de dogmas ni liturgias, por favor, no. Es algo que se mueve oscilante entre la resignación y la felicidad más abyecta.
Camino sin meditaciones previas, me alieno de mi intimidad y descubro eso que me nefrega hasta el hartazgo: la Nada.
Vengo consciente hacia la inconscinecia, me descubro ínfimo y luego eso: vanagloria infantil de armar una estructura que fulgura entre estrepitosos y lóbregos pedeceres, la manía de involucrar manías a lo escrito, manía de menesterosos atardeceres que ya no existen en noches acantiladas por desbandadas aves, bandadas de aves que no son exageraciones, ni mucho menos. No. No. No. [Eso es Renacimiento, teniendo un idioma con superlativos, comparativos, y toda la bola, repetir TRES veces un advervio de negación, negación de la propia época. (¿Posmodernidad?)]
Recurro deseperadamente a los viejos, a los gastados héroes. Ya los conozco de memoria, a ellos y a sus consabidas, sus archisabidas secuelas, tanto las físicas como las espirituales (suponiendo, en un antipositivismo, que no sean la misma cosa), ni siquiera hace falta nombrarlos.Sin embargo, para que todos esto ocurriera, necesité del tiempo preciso de la caminata, es decir, la catarsis. Catarsis de existencia, nada más, o tal vez un poco, pero sólo un poco y poco más. Quiero decir: Hizo falta llegar para solicitar la ayuda inefable de los viejos héroes, de los superombres de noventa años, de los Borges vivos, de los Nietzches locos, de los caballos llorones, que, por etimologías arábigas que no busco comprender, se flexan el el subfijo "-ol".Finalmente, y a pesar de los superencuentros, como un hallazgo epifánico, como una aristofanía, siendo más precisos y más etimológicos (aunque no hubo necesidad de plurales, ab-usé de ellos), conviene a mí el recuerdo de(l) desencuentro mesiánico de un devenir inmediato, la recurrencia al infinito, al caminar-porque-sí, porque Hesíodo, porque las masas, porque.
Tengo que desacertar, tengo que caminar para el otro lado, para el lado del averno, y sí: el argumento tiene que precipitarse, con Kyuss de fondo y cerveza que no se une con el putísimo y renegrido bálsamo de la incongruencia, con uno que otro beso posible en un recuerdo que no es recuerdo, una templanza que no se busca a sí misma, un desapego con lo que tiene de material lo inmaterial. Más absurdos bajo el sol, un caminata más allá de todo paso, un momento de deshonra con maniquíes desinhibidos que no sienten más de lo que tienen que sentir; eso es: más nada. Más países bajos para mantener, qué desgracia la mía. Es bueno esto de la primera persona del sigular cuando se trata de plurales autores, es como una comunicación fallida, una no-comunicación de los que somos; y nada más.
Bancá que me desapegue de los números y de los argumentos que no dicen nada, bancame que me invento uno, que se niegue a sí mismo, como un cosmopólita de los xenófobos, de los mares intermedios, de muchas horas que no están interrelacionadas y que muestran un tiempo que se va hasta decir basta, no hay lo que hay, no hay quienes que nos nieguen, es un corolario de la misma puta bosta. ¿Conquistar el silencio? ¿Se puede? ¿Sí? ¿No? ¿No?
Más por menos por más= más. Habré dicho suficiente como para que el argumento se precipite, justamentre ahora, cuando no hace falta, más de lo mismo... o no.Entonces, se precipita, precipitación, lluvia, y volvemos a lo mismo. Justamente ahora, beloved (intraducible), justamente ahora, en el epicentro mismo del absurdo, de la falta de principitos telológicos, cae, pesado, el quid de la cuestión (de la question).Vine, hasta acá, por vos. Los significados de esta segunda del plural, redundan. No vamos a otra parte, vamos (es decir, voy) hacia vos. No en cuanto a un locus, no en cuanto a una llana y vacua ubicación, no. Dije que vine hasta acá, esquivando ontologías, gotas de agua, pesares filosóficos antediluvianos, presocráticos, precisamente hacie vos y desde vos, beloved (está claro que es intraducible), pero no sólo voy a telos catáticos, sino a verdaderos hoteluchos de la existencia, a albergues de ontología transitoria, acto de ser transehunte: caminar, y otra vez lo mismo. Seis mil quinentos años de Historia, seis mil quinientos años de escritura y nunca salimos de lo mismo. A lo sumo habrán variado los superhombres al rescate de, pero no los hombres rescatados por.Tampoco es imposible el argumento, beloved, y te lo voy a demostrar sucintamente, como en una redacción forzada, el único acto de escritura en el que cabe la palabra "sucintamente". Alejémonos un poco de las superposiciones volitivas artísticas, a ver qué queda.Llueve (nada salvo salvo la humedad lo delata). Camino, voy hacia el encuentro de los héroes del alcoholismo (y por qué no alchoolismo), me escondo detrás de las máscaras del logos, porque tengo qué decir, pero no quiero decirlo. Yo (yo, unicidad, univocidad en alguna medida, quien narra, no puede), no puedo. Sin embargo, me cago en la concha de Dios, podría.Entonces, probando: un, dos, tres, probando. ¿Hay alguien que me escuche? ¿Is there anybody out there? (Lo que viene después es silencio eterno, nada que hacer).
Caminar hacia senderos que se bifurcan en reconciliaciones que no deberían, y un poco de comida extranjera. No tanto, pero nórdica.
Las cosas que no deben ser, ¿se disuelven en alcoholes? El super Yo, ¿es soluble en alcohol? ¿Es su premisa inevitable? Digo... ¿Alcohol y luego certezas, y luego qué? Despertarse, mirar el techo con premura, con despecho, con su blancura a cuestas, y postular arcos peraltados que no son góticas, sino meditaciones espeleológicas, de cuevas subconsciente que no. Y así queda, ¿eh?
Vanas esperanzas que se despeguen de la realidad, de una realidad que es lo contrario, justamente, lo contrario de lo que no se sospecha, una familiua de desconciertos más diagramados que una loza, que un hipermercado de da-las-gracias, y ¡uh!, me pasé, sacame esta gracia que no la llevo, no me alcanza.
Se venía la lluvia en la tarde-noche, como lo dijo el servicio meteorológico nacional, dependiente de la Fuerza Aérea Argentina, y, sin embargo, nos sorprendimos lo indecible al reparar que nos estábamos mojando, de a poco, con cuentagotas de antibiótico para la otitis, ese dolor que no se soporta, y que se escucha en cada onda que hiere el silencio para desbordarse, un poco más de lo que se suponía.
Variará la forma del sentir la camilla de la sobredosis, para descartar las muertes que nos merecemos, tendrá que tener el color del escape más directo que hay, no nos envidiará ni el más feliz de los mortales, no nos codiciará el ojo ajeno que se enajena de una literatura comprometida, no a lo Sartre, a lo político, sino a lo ético, a lo mántrico que tiene el orgasmo platónico de las personas que no se conocen, salvo por su literatura y lo que previene... Uno se imagina un orgasmo con sabidurías dadaístas y no lo puede creer, lo descarta por efímero y después aparece justo cuando uno no lo quiere...
Vas en direcciones cofusas. Hacia algún lado que no es un lado que mi empobrecido mundo, que mi lenguaje tieso, pueda descifrar. Es cierto, hay re-con-ci-lia.cio-nes. que o deberían acaecer, pero que si suceden qué. No puede uno mantenerse indefinidamente en la nada volátil y feliz del fernet con cerveza, hay restricciones, incluso para el más grunge de los tipos en este jodido y re jodido mundo (Mundo, seamos filosóficos un poco, carajo) y finalmente...Cagarse orondamente en las palabras, en las concepciones de Mundo, en Dios, la Virgen y Todos los Santos.A nada conducen, a ningún lugar apuntan. No se dirigen a ningún lado, y "por qué y para qué si La Nada..."Llegado, consumado en todas mis intenciones (nuestras intenciones) alcohólicas, realizado en la medida precisa que el cuentagotas de las palabras otorga sin condiciones, me encuentro finalmente conmigo. ¿Con vos? No, conmigo. Con vos. Es lo mismo ¿Qué ciencia natural o humana (hablando en terminologías actuales) puede delimitar la distancia entre vos y yo, la puta madre que lo re-mil parió?
Sí, como acertaba la alteridad confusa, el Alter Ego preciso, hay cosas que no deberían consumarse. Entre ellas, tu "re-concilium" tu nueva re-unión ¿Y qué me importan las publicaciones, las vulgarizaciones Jeronímicas, si al fin y al cabo, ya estoy lo-que-se-dice.jugado?Hermenéutica, beloved, nada más que un poco más que eso te hace falta para entender estos presupuestos archidichos.Síntesis argumental:Hombre camina hacia destino desconocido. En el camino lo sorpende (o no, es una figura) la lluvia. Llega, se alcoholiza(n). Todo en aras de mitigar algo como lo que en la poética común y silvestre se denomina amor, en filosofía se denomina trascendencia (no admito contradicciones en este punto), en química se denomina exceso de melanina producido por imágenes... pero eso es materia de gestálticos, que por casualidad de rimas o de geografías, están del otro lado del Báltico.En su alcoholismo, el hombre (el sujeto, el "yo lírico" no responde de sus metonimias ni de sus sinécdoques, no confundir ambigüedades con confusiones representadas en la literatura), el hombre no condice con sus vanos intentos de amores no correspondidos, no dice la verdad de un Yo que tiene como constitución básica e indispensable la siempre vituperada presencia de las inhibiciones. Círculo vicioso de explicar las cosas con biología, naturalusmo del siglo XIX, valores por hechos, intelectales que hablan de esto y más círculos viciosos, gordos fumando que dan calambre en los pulmones, un poco de amor francés, franceses que no tienen miedo de repetir para hacerse entender en paréntesis largos, viajes subalternos que se solapan en cuernois de vacas rumeantes, pero con un estómago y una no-digestión, náuseas dantescas no infernales, francesas de Marruecos, autores que no deberían hablar de ellos, y un poco de amor.
Hubo bastado una frase como esta para usar tiempos verbales que no han de usarse muy seguido, pretéritos anteriores de cosas que se saben, las que no se saben y las que nuncá-se-sabrán.
Un almanaque mojado en Londres distaba de su manifestación y no dijo nada, no lo supo decir y no lo dijo. Sinceridad literaria antes que nada, carajo.
Blancura hipostasiada con conversaciones distantes, recuerdos que no purgan el presente, vicisitudes académicas que nefregan mediocridades ajenas y que determinan el hastío tanguero de no-sentirse-parte. Sapo del norte, que no sale porque no hay lluvia, porque se arrastra en purgatorios, en bares de antaño y en incesantes hemerotecas de diarios y revistas repetidas. Venerar a divinidades paganas no sacia la encarnación del altísimo en un turco peludo, ojos negros y nada de soportes técnicos, un poco de teoría oriental venida de lejos, una estrella de mar que hay que seguir para no caer en su humedad, ni en un living que dispone su aire para secarla, de a poco, como si fuera una fotografía de lo que nunca pudo ser, vilipendiada en bilis pendientes de seres nadas, los que no valen ni siquiera la bala que los mata o los pudiera matar, en caso adverso y sin prejuicios hermenéuticos de confundirlos con Galeano y esas cosas latinoasmericanas que no dicen nada (¡ay!) de nosotros, latinoamericanos.
¡Ay, qué Marechal tendrá que hacer estas exclamaciones con poesía bifurcada de prosa!
Tengo que claudicar el final y no se sabe nunca...
Cuatro hubieran representado mejor el suspenso, pero se sabe lo que cuesta legislar estas cosas para que sean aceptadas.... (Me cago en la RAE)
RArEza la de escribir así, ¿no? Qué cagada. Porque. Par de para qués, un dominio de la propia alma, si existiera, y lo que resta: nada más, never-more, como quoth the raven, on the santly days of yore.Ah, claramente recuerdo, fue en el frio diciembre, y cada una de las brasas agonizantes trajo su fantasma sobre el piso. No hubro girtos de dolor por la perdida Leonor, pero casi, o pegó en el palo, el palo de la yerba (mate) Rosamonte Premium.He de enfrentar el peso de algunas alteridades en el día-que-recién-comienza, día pesado, día de muertes y de renacimientos. No me asusto de nombrarnos, no rehuyo de los saltos prometidos, de los escapes que para mí serían lo más cercano al cielo (pero no te lo dije, y gracias a Dios que no te lo dije esa noche de venidas y vinos, beloved, porque se hubiera ido todo al diablo, y yo no lo quería, no esa noche) y desde el cielo saltar a la tierra. Vos ya lo conocés bien, el camino inverso al del mes del invierno, Julio, bajar del cielo a la tierra como a través de una rayuela dibujada por Dios-sabe-qué-chiquillo-diabólico, a la espera, como otra de las trampas.Sábato, dice el Alter Ego, recomendaba no responsabilizarnos por nuestros yos líricos. Pero hasta qué punto soy inimputable por estas palabras...Seh (sé) hoy-mañana, esto será asible por cualquiera, pero quién, beloved, además de vos, él (arlter ego) y yo, trío de insondables connotaciones metafísicas, podrá sumergirse en esta densidad aceitosa y, por qué no, abyecta, como nuestras tres almas (aunque la mía un poco pegada a la tuya como el envoltorio de los caramelos melosos de poesía y literatura de bajo costo).No sé (aunque a veces, como ése sábado, casi que estoy seguro) si habrá un destino. Sólo sé que, haya lo que haya, está dispuesto a condenarme (a condenarnos) y que eso es lo único fatal, el único aviso del cáncer, la única tos-voz.Quisiera cagarme el en lenguaje a la hora de escribir: Quisiera decir que set inclenco como nunca un mintrífilo inclencó una perfenia, pero no me sale... el gígilico es como el geringozo, un idioma en tanto que exclusión, un habla de dioses.Repetiría hacia los cuatro lados del infinito la maldita frase, pero... Ya se sabe...Me entrego entonces al dictamen del último juez, a que me maten como un perro, o me perdonen la vida como a un perro, siempre con la lástima del ser inferior indfenso, la visión mercyfull del juez que se sabe en otra jerarquía, una celeste o marrón o roja, pero definitivamente no una terrenal.Me rindo. No sé si he (hemos) podido labrar un argumento, una maquiavélica construcción impuesta por el dios de turno, el suivant. Él dirá, mientras duermo al abrigo de los besos que no me diste:
Esto se publica, y ahí te quiero ver, puta...

(Escrito por Germán A. Díaz y Sergio A. Iturbe el quince (o catorce, viene al caso) de febrero de dos mil siete, cuando se dispuso la sensibilidad de tan ignotos presonajes a trasnochar en una verborragia de obsenidades que ni te cuento...)

14.2.07

Castigando al fantasma.

-Sabés que de cuándo en cuándo desaparece el por qué. Si nadie se asusta, está todo bien; un fenómeno físico más en esta tierra pasa desapercibido siempre.
-Sí, pero en tu hígado los fenómenos físicos, que tanto te preocupan y tan generales son, van pasar un parte catastrófico. Pero…puede ser, hagamos así, tú piensas en mi hígado y yo pienso en el tuyo. Y como no quiero pensar en nada que sea tuyo, me pongo ya mismo en el emprendimiento de no hacerlo, me prendo de esta botella…obvio.
-Tanta prudencia, para no negar lo que propongo; nunca cambiarás, ni siquiera al final.
-Si cambiás al final empezás de nuevo; no sé por qué todavía te interesa eso. Pero si te sigue interesando, luego me transformo en basilisco, para no dejar de rememorar las metamorfosis ni leyendas; que creo, también, al final son siempre lo mismo…una leyenda es la metamorfosis de la ignorancia en ficción, y la metamorfosis –en especial la del hombre- no pasa de ser una leyenda, ya lo sabrás.
-¡Ves!, al final vas a cambiar, y te vas a transformar en un monstruo.
-Callate de una vez, adicto a las leyendas, a la ficción y la metamorfosis; a lo sumo me vomito un poco encima y largo un poco de olor. Y digo poco, porque todo va a ser poco para tu nariz a esa hora. Invitame con aquellos envases, están rebalsándose cada vez que los miro.
-La única ficción acá sos vos, lo que transforma todo lo demás en realidad; así que no quieras asustarme, ni menos callarme porque desaparecés…además…, nunca podría pensar en tu hígado, todavía no lo imaginé y ya es tarde.

Analía.

10.2.07

Pasos, amargo regreso.

Cuando ingresó al modo caminata, llevó en su mirada el espanto del reloj de arena destruido. Una enorme y sola masa de minúsculas rocas circulaba en el aire, rasguñando las mejillas a cada paso, cada vez más veloces pasos. No quería parar, pero caminar se tornaba hostil, lastimoso, irritante. Ningún sonido podía distinguir, el barullo desorbitaba cualquier interés por anclar las ideas en otra conversación, en otra voz que amplificara una realidad distinta, para sentir que no le había pasado. Nada de aquello podía haber pasado. Para prometerse probar otra imagen se sentó en el mirador de la ciudad, necesitaba ahora la frecuencia del descanso en sus músculos, en el invierno de su mente. Si tan sólo no estuviera ahí, si esos horizontes de edificios bajo un cielo humeante y anaranjado no fueran malignos, no le hablaran sin dejarse entender. El estrepitoso sonido amorfo continuaba su caída en embudos distantes, en nervios auditivos que quería indagar para no indagar su alma; cuestionar su partida y su falta, el espacio vacío de una magra desesperanza, de desesperado profesional. Lo último que podía desear, llegó al fin. Aunque sin inmutarse corpóreamente, un vano sobresalto en el pecho informó que su problema más grande en ese momento acababa de acercarse. Planteaba preguntas sin respeto por la náusea sentada e inmóvil; que miraba sin mirar una fábula en descomposición, una desatinada inocencia pagada con el amargo precio de la desilusión. No giraría la cabeza, no revelaría el desconcierto de los miles granos de arena-fragmentos de un tiempo- que le habían lastimado con dureza la mirada. Economizando los síntomas de su conciencia ausente, imploró silencio con su mudez, y se limitó a expresar frases vanas y entrecortadas que no respondían, que no decían nada sobre la desesperación que, pausada y latiendo en las venas, recorría la sangre pastosa y envenenada.
Procuró ponerse de pié sin abandonarse a ninguna expresión húmeda de dolor en el rostro. El cambio de nivel repercutió solamente en las sombras, éstas se hacían cada vez más opacas y amplias; demasiado amplias, demasiado oscuras para el atardecer hostil que espiaba de frente. Los pasos nuevamente, la batalla en medio y a causa del inevitable desplazamiento. Para no llegar nunca, para no estar en ningún lado, para perderse en la atmósfera de tristeza que aguardaba ante sus días.


Analía

1.2.07

William Faulkner (Las palmeras salvajes) a propósito de la "Justicia".

(...) Ninguno de sus compañeros de cárcel sabía cuál era su crimen, salvo que estaba condenado a 199 años. Ese increíble e imposible período de castigo y de restricción tenía algo de vicioso y de fabuloso cual si indicara que su motivo de encarcelamiento era tal que hasta los hombres que lo habían condenado, esos pilares y paladines de la justicia y de la equidad, se habían convertido al juzgarlo en ciegos apóstoles no de mera justicia, sino de toda la decencia humana; en ciegos instrumentos, no de equidad, sino de toda la venganza y rencor humanos, obrando en un salvaje concierto personal, juez, abogado y jurado, que sin duda abrogaba la justicia y quizá la ley. Tal vez sólo el fiscal sabía cuál era su crimen. Había una mujer en su crimen y un automóvil hurtado, un surtidor robado, y el encargado, muerto a balazos. Había habido otro hombre en el coche y bastaba mirar una sola vez al penado (como lo hicieron los dos fiscales) para saber que era definitivamente incapaz del coraje borracho de disparar sobre alguien. Pero él y la mujer y el coche robado habían sido capturados mientras el otro hombre, sin duda el asesino, había escapado, así que. traído al fin al despacho del fiscal, deshecho, desgreñado y regañado ante los impecables y cruelmente alegre fiscales y la mujer furiosa entre dos policías en la antecámara detrás, tuvo que elegir. Podía ser juzgado en la Corte Federal bajo el acta de Mann y por el hurto del coche. Es decir, si elegía pasar por la antesala donde la mujer rabiaba, podía tener una oportunidad de ser juzgado por el crimen menos en la Corte Federal; pero si aceptaba la sentencia de homicidio en la Corte del Estado, podría salir por la puerta trasera, sin pasar delante de la mujer.
Eligió: enfrentó el tribunal y oyó a un juez (que lo miraba con desprecio como si el fiscal del distrito hubiera dado vuelta con la punta del pie una tabla podrida y lo hubiera puesto a la vista) sentenciarlo a 199 años en la prisión del Estado. Por eso (tenía tiempo de sobra; habían tratado de enseñarle a arar sin conseguirlo, lo pusieron en la herrería y el mismo capataz pidió que lo sacaran; de suerte que ahora, con un largo delantal como de mujer, cocinaba y barría y sacudía en las casillas de los guardas) cavilaba también, con ese sentimiento de impotencia y despecho aunque no lo demostrabacomo el otro preso, ya que no se apoyaba de repente sobre la escoba. (...)

Traducción de Jorge Luis Borges.