13.6.07

El signo de pregunta (Una teleología geométrica del símbolo)

Puede que no sean inocentes las formas que tengan los signos pertenecientes a lenguajes determinados, si los comparamos con sus manifestaciones culturales o sus tendencias originales quizá al momento de la creación del mismo o como cristalización a posteriori luego de diversos fenómenos significativos o paradigmáticos –si lo tomamos como creación consuetudinaria.

Diversas fueron las cuestiones que me hicieron reparar en esta no-inocencia del lenguaje como símbolo. (¿Teleología geométrica del símbolo?)

El texto principal, revelador de esta naturaleza, está contenido en “Los Evangelios Apócrifos”, particularmente en El Evangelio del Pseudo Tomás, contenido dentro de Los Evangelios de la Infancia de Jesús.

Como se sabe, dentro de los Evangelios Canónicos (los que están contenidos en la Biblia que conocemos) no se hace referencia en ningún momento a la infancia de Jesús, como si realmente no la hubiera tenido.

Lo cierto es que la Iglesia Católica Apostólica Romana hizo una selección de todos los textos encontrados; la Biblia que poseemos es sólo un acto de decisión y coerción con respecto a lo que se entiende y se debe entender por las Sagradas Escrituras, incluso cuando hubo textos que no se aceptaron habiendo sido encontrados en el mismo lugar donde se encontraron los que luego fueron aceptados como miembros de la Biblia.

Una de las explicaciones que proponen para justificar esta elección tan arbitraria, es lisa y llanamente el hecho que Los Evangelios Apócrifos no han sido causados por la inspiración del Espíritu Santo. Obviamente, el ser o no ser considerados como inspiración divina descansa en el modelo de institución que deciden los Padres de la Iglesia en los Concilios Vaticanos, las Encíclicas y demás Asambleas Constituyentes de Derecho Canónico. Según éstos, esta inspiración divina se descubre por la vía discursiva. (?) Tengo para mí que sería muy gracioso que nos presten el manual que utilizan para detectar los textos escritos por Dios y los que no lo son. Es como si Dios tuviera cierto estilo que nos deja entrever su naturaleza. (?) ¿Serán las obras completas de Jorge Luís Borges el tan anhelado manual?

Cabe destacar lo siguiente: el término “apócrifo proviene del griego απο + κρύπτω, que no significa, etimológicamente, “falso”, sino “oculto” o “desconocido”.

El título completo de la sección del Evangelio Apócrifo que tomaré es así: “Evangelio del Pseudo Tomás- Narraciones sobre la infancia del Señor por Tomás, filósofo israelita.” La sección es la VI y dice:

“1- Se encontraba a la sazón en un compartimiento (próximo) cierto rabino por nombre Zaqueo, quien, oyendo a Jesús hablar de esta manera a su padre, se llenó de admiración al ver que, siendo niño, decía tales cosas.

2- Se llegó, pues, pasados unos días, a José y le dijo: Veo que tienes un hijo cuerdo e inteligente. ¡Ea!, confíamelo a mí para que aprenda las letras. Yo, por mi parte, justamente con ellas, le enseñaré toda clase de sabiduría y (el arte de) saludar a los avanzados en edad, de respetarlos como mayores y padres y el de amar a sus iguales.

3- Y le dijo todas las letras con gran esmero y claridad desde el Alfa hasta la Omega. Mas Jesús fijó su vista en el rabino Zaqueo y le dijo: ¿Cómo te atreves a explicar a los demás la Beta, si ignoras tú mismo la naturaleza del Alfa? ¡Hipócrita!, explica primero la A, si la sabes, y luego te creeremos cuanto digas en relación con la B. Después comenzó a interrogar al maestro acerca de la primera letra, mas este no pudo responderle.

4- Entonces dijo a Zaqueo en presencia de todos: Escucha, maestro, al constitución de la primera letra y fíjate cómo tiene líneas y trazos medianos, a los que ves unidos transversalmente, conjuntos, elevados, divergentes… los trazos que tiene la A son de tres signos: homogéneos, equilibrados y proporcionados”.

Si fuéramos creyentes de la relación de filiación entre Jesús y Dios, estaríamos más cerca de creer en la interpretación cuasidivina del símbolo Alfa, y más aún si conociéramos los mecanismos institucionales eclesiásticos del descarte de textos.

Esta manera de interpretación de la simbología es la que me llevó a preguntarme acerca de la constitución del signo de pregunta.

Hay variables y puntos de vista diversos para llegar a conclusiones medianamente susceptibles de tener implicancias lingüísticas y semánticas en la concepción de la pregunta y lo que se entiende por “respuesta”.

El primero que voy a considerar es la forma del símbolo que tiene para nosotros, da igual que se tome el que abre o el que cierra, al menos por ahora.

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La verdad, aproximadamente, o lo que pretende la pregunta para su resolución, se encontraría donde la flecha de arriba lo indica, en la parte en blanco que está envuelta por el gancho. Es la parte que es circundada por la parte superior del símbolo y sería la previsualización de lo que pretende la pregunta. Esta sería la parte interrogativa propiamente dicha del símbolo.

El punto ubicado en la parte inferior perdería, según mi hipótesis, la cualidad de signo de puntuación como finalización de la oración y pasaría a significar a lo máximo que puede aspirar la respuesta, enarbolándose el espacio que existe entre la parte superior del símbolo y el punto inferior como el salto lógico o la inducción que implica la justificación a posteriori como respuesta. La respuesta como tal, sólo podría aspirar al punto como culminación de la verdad, con el salto lógico interviniente.

Fonéticamente, la variación de la tonalidad que genera este símbolo sería la analogía de la forma que tiene el gráfico acústico, siendo que no se incluye el punto que deberá ser rellenado con la respuesta o la aporía que implique en virtud de una pregunta retórica en sus dos posibles sentidos, a saber: a) la pregunta retórica como pregunta que supone la respuesta por contexto o por sentido común; b) la pregunta retórica como pregunta que no halla respuesta, es decir, pregunta aporética o de posible resolución futura, ya sea en el texto como en el tiempo.

Así, dependiendo de la naturaleza (me refiero a las cualidades o características) de las culturas que usen estos símbolos, así serán también sus implicancias simbólicas.

A modo de ejemplo, me remitiré a estos símbolos en castellano, en inglés, en latín y en griego.

Ya sabemos que, en nuestro idioma, el signo de interrogación abre y cierra la “unidad interrogativa” de la oración que se quiera poner en suspenso. Esto, a mi juicio, pondera igualmente las intenciones como las consecuencias de la cosa a justificar o a resolver. De esta manera, el primer símbolo es el que significa la intención – es decir, las condiciones de posibilidad humanas que intervienen en la pregunta con respecto a la respuesta- y el segundo, las consecuencias que son preguntadas o puestas en cuestión. Esto corresponde a una concepción filosóficamente tanto funcionalista como consecuencialista y pragmática.

En inglés, las intenciones son abolidas mediante la supresión del signo de interrogación que abriría la pregunta, quedando como resultado un pragmatismo consecuencialista desligado de la intencionalidad y enfático del hecho futuro.

Would you like to shut your mouth?

En esta pregunta, por ejemplo, no se pregunta acerca de la preferencia intencional de “cerrar la boca”, sino que se enfatiza el hecho de que serían muy buenas las consecuencias que traería aparejada la eficaz cerrazón del aparato emisor de ondas no siempre agradables a los fines de la tranquilidad y salud mentales. Si la hacemos en castellano, las intenciones cobrarían algo de solicitud de condescendencia humanitaria.

Puede que estas diferenciaciones no obedezcan a costumbres aggiornadas, ya que la globalización, como se sabe, tiene infructíferas consecuencias al analizar o “descubrir” ciertos patrones racionales que trasciendan las culturas, meras alucinaciones retrospectivas productos del desconocimiento de los poderes de la comunicación instantánea a nivel mundial y hasta extraterrestre.

En latín, cuya cultura (los romanos) goza (o padece) de un pragmatismo análogo, o quizá más fuerte, el signo de pregunta también se coloca al final y sólo al final, en detrimento de toda –o casi toda- filosofía teórica que no sea la que se necesita para montar un aparato jurídico lo suficientemente sofisticado para gobernar y dominar sobre tan vastos y variados tipos de voluntades y conductas.

En griego, sin embargo, el signo de pregunta es nuestro “punto y coma” y va acompañado por pronombres interrogativos con distinta acentuación que la de los pronombres que no lo son:

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A la verdad, en los griegos, se accede mediante el λόγος, cuya traducción es amplia y, por ende, controvertida. Puede ser “palabra”, “razón”, “entendimiento”, etc.

El hecho que el λόγος se amolde a la φύσις (naturaleza) se llama homologación (ομολόγειν). Es esta la razón por la que a veces se los llama fisiólogos en vez de filósofos.

A la αλέθεια (verdad o desocultamiento) se accedería casi directamente, sería el punto el principio y la culminación de la respuesta, mediante la contemplación de la naturaleza intuitiva. La coma reproduce la posibilidad de modificación parcial de esa verdad, como diciendo et cetera (y lo que sigue). Podría tener también un significado ostensivo remitente a la naturaleza, como los dos puntos a los que seguiría la extensión del conjunto al que haría referencia la proposición o término a resolver.

Todo termina de cerrar cuando se analiza el signo de admiración.

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La parte superior del signo, como se ve arriba, intercepta al sector de la verdad que en el signo de pregunta es evadido. Sería esto la afirmación dogmática o sensacionalista de la verdad o la que pretende serlo. El hecho que el signo abra y cierre la exclamación o sólo la cierre obedece a los mismos principios que rigen el signo de pregunta anteriormente analizado, es decir que obedece a las predisposiciones culturales con respecto a dicha expresión.

Sergio A. Iturbe

2006

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