29.5.08

Toc (Cadáver exquisito)


Al caer, la anciana podría haber rebotado en el asfalto. Alguna propiedad física hace que lo vertiginoso de la caída se apague ni bien toque el suelo.
Una mancha oscurece el pavimento.
¿Por qué se quita la vida una persona de setenta años? El inquisidor es uno de los que, como yo, vieron el espectáculo. No sé, le corresponde una voz femenina a mi derecha. Ahí viene la segunda.
Esta era voluminosa, cacheteó el suelo con su piel rellena de grasa, y quedó con media cara contra el piso, el pelo un poco largo revuelto y cubriendo la mirada con sangre. Uno de los niños notó el marrón de su corpiño descomunal, y tuvo una arcada. La madre posó su mano entre su cabello y se la restregó. Todos volvieron a mirar para arriba.
Un resabio de mujer, de la mitad del tamaño de una, bajaba precipitadamente cortando el aire. Al mismo tiempo sentí el viento en la cara y traté de imaginar la sensación. El sonido seco atrajo mi vista como un reflejo mueve a un pescado.
Parecía mirar una incongruencia: un hilo bordeaux pendía del lagrimal, la retina opaca, desarticulada de su función de mensura, contemplación del eco que todavía retumbaba en los edificios, inercia de la explosión viscosa. A manera de una sandía, retoñaba coágulos por una grieta de pelos de gelatina. Confusión. No pueden detener de sus convulsiones al que se encontraba a centímetros de la decisión –o tal vez una súplica, quién te dice-. Grita vocales, gorgoteando la mucosa del impacto. Hubiera imaginado a la muerte algo más líquida, menos concreta. Grita porque se le presenta así: densa, física, casi clínica.
Con la cuarta se dibujaron las incógnitas en nuestros rostros. La altura de donde provenían estaba oculta en lo opaco del cielo comiendo los contornos de las altas torres. Había, en algunas cejas por ejemplo, temor. Posiblemente al no encontrar parangón cirquero para la lluvia de viejas. Algún anciano podría intentar inventar el recuerdo, pero no pude divisar a ninguno en la maraña de cabezas. Tal vez habían previsto el rito y no acudieron para no sensibilizarse. Finalmente, pertenecen a esa última raza humana carente de características justamente propias a la humanidad, principalmente el sexo. Tal vez eran la siguiente parte del número.
Toc.
Se suele tomar al suicidio negativamente: niega la jovialidad, la trascendencia y hasta la concha de su puta madre (La Psicología se encarga de los presupuestos e influencias familiares). Moralina. La cara, aunque sorprendida, no sugiere desesperación.
Está bien que se reventó el cerebro, que ya no cabría en la cavidad otrora asignada. Los rasgos están desfigurados por el impacto, aunque se improvisa una fatalidad trágica en sus intenciones. “Ya no le quedaba nada por hacer”, proponen.
Es lo que hacen cuando no quieren estorbar: ruido.
Toc.
E incluso la escena iba mereciendo los aplausos. El área de unos tres metros cuadrados donde iban quedando depositados los restos iba adquiriendo tonalidades insospechadas. Hasta las caídas, indefinidas en número, diferentes en intensidad, una muerte particular para cada anciana, un fondo que más de fuegos artificiales era de explosiones orgánicas. Seco el sonido a hueso pulverizado y a riñón estacado por costilla: Toc. Húmeda mi sonrisa, y la inconmensurabilidad de la escena.
Yacían depositados cuerpos como para merecer ser ubicados en categorías como docenas. Un semicírculo de gente rígida los rodeaba a prudencial distancia, evitando los más curiosos los eventuales salpicones de fluidos. Cada tres o cuatro suicidios, algún escéptico se apartaba imaginando una nueva estrategia publicitaria, pretendiendo arcadas o consultando el reloj.
La cuestión terminó cuando me vi arrojado al vacío por mi propia fuerza, convencido de los efectos homeopáticos del aire de un décimo piso.
Llega un punto en que no se nota la diferencia entre el sabor de la vereda y el del viento.
Toc.

(Escrito por Germán A. Díaz y Sergio A. Iturbe
el 21/12/07 en los talleres gráficos de la Habitación de la
Entropía).

23.5.08

Poesía callejera

vos no
así no
porque no
ya no
no y basta

20.5.08

Prestaciones de un Nokia 1100


Dramatis personae.
Ciudadano.
Paria.

[Son como las cinco de la mañana. Ciudadano viene bajando por una calle desolada. Por detrás viene Paria, que hiede a alcohol y a Poxi-ran (con tolueno). Alcanza a Ciudadano y le cruza el brazo por el cuello.]

Paria. -Dame el celular, pedazo de mierda. Dámelo o te quemo.
Ciudadano. -Pará, loco, tranquilizate. Es un Nokia 1100. No me lo vas a robar...
Paria. -¿Eso a vos qué puta te importa? Te dije que me lo des.
Ciudadano. -Bueno, tomá, pero soltame.

[Paria lo suelta, después de lo cual Ciudadano le da el celular. Paria intenta prender la linterna (apretando la "C", obviamente). Forcejea como pretendiendo que funcione de acuerdo a su voluntad. La luz nunca se prende.]

Ciudadano. -No, la linterna no anda. Me lo vendieron con la luz quemada.
Paria. -La concha de tu puta madre... lo que me faltaba.

[Revienta el celular contra el asfalto. Corre hasta una plaza, de las que tienen banquitos y, sentándose en uno de ellos, llora desconsoladamente. Se prende la intermitencia del alumbrado público. Para de llorar. Mira la luz maquinalmente. Sonríe. Escupe el chicle que masticó toda la noche y tantea el piso una y otra vez, hasta que amanece. El alumbrado público se apaga. Se vuelve a sentar en el mismo banco. Vuelve a llorar.]

Telón final.

Sergio A. Iturbe
20/05/08

18.5.08

El hedor del infierno (Fragmento de "Retrato del artista adolescente" de James Joyce)


El mismo aire de este mundo, este puro elemento, se hace hediondo e irrespirable si ha estado cerrado por largo tiempo. Considerad cuál no será la hediondez del aire del infierno. Imaginad un cadáver que hubiera estado yaciendo en su tumba, pudriéndose y descomponiéndose, hasta llegar a ser una masa gelatinosa de líquida corrupción. Imaginad este cadáver pasto de las llamas, devorado por el fuego de la hirviente piedra azufre de modo que exhale densas y sofocantes humaredas de nauseabunda descomposición. Y luego, imaginad este pestífero olor multiplicado un millón de veces y un millón de veces de nuevo por los millones y millones de fétidas carroñas amontonadas en la humeante oscuridad, como un hongo monstruoso de podredumbre humana. Imaginad todo esto y podréis llegar a tener cierta idea del horroroso hedor del infierno.

14.5.08

Fiesta de la coacción


Y claro, empezaron los escopetazos, era un barrio de mierda. Al vecino se le ocurrió ser curioso en el trayecto de un cartucho. Pedazos de hueso convexo y masa encefálica por todos lados. Cayó la policía, con sus luces psicodélicas y nacionalistas (celestes y blancas las luces que se ostentaban). Empezó la fiesta rave, en tanto que la música electrónica sugería espasmos en sus adeptos. La cerveza empezó a circular entre los destellos. Cerveza irlandesa, para colmo. De calidad, la cerveza, pero porque eran sudacas. Todo mal. A las cinco de la mañana nos desalojaron, mientras el cadáver era retirado por la Policía Judicial. Me duele la espalda: nunca había bailado tanto. Me siento seguro en la ciudad de Córdoba.

Sergio A. Iturbe
24/01/08

12.5.08

Retrato del artista adolescente (James Joyce) Fragmento


Cuando sentado en su pupitre contemplaba fijamente la cara astuta y enérgica del rector, la mente de Stephen se deslizaba sinuosamente a través de aquellas peregrinas dificultades que le eran propuestas. Si un hombre hubiera robado una libra esterlina en su juventud y con aquella libra hubiera amasado una enorme fortuna, ¿qué era lo que estaba obligado a devolver, sólo la libra que había robado, o la libra con todos los intereses acumulados, o el total de su inmensa fortuna? Si un seglar al administrar en bautismo, vierte el agua antes de pronunciar las palabras rituales, ¿queda el niño bautizado? ¿Es válido el bautismo con agua mineral? ¿Cómo puede ser que mientras la primera bienaventuranza promete el reino de los cielos a los pobres de corazón, la segunda promete a los mansos la posesión de la tierra? ¿Por qué fue el sacramento de la eucaristía instituido bajo las especies de pan y vino, siendo así que Jesucristo está presente en cuerpo y sangre, alma y divinidad en el pan solo y en el vino solo? ¿Contiene una pequeña partícula del pan consagrado todo el cuerpo y la sangre de Jesucristo, o sólo una parte de ellos? Si el vino se agria y la hostia se corrompe y se desmenuza, ¿continúa Jesucristo estando presente bajo las especies como Dios y como hombre?

11.5.08

Descripción del kimono de Samuel Tesler (Adan Buenosayres-Leopoldo Marechal)


Dicho lo cual el filósofo se sentó en un larguero de la cama, buscó afanosamente sus zapatillas y al ponerse de pie sufrió un cambio digno de su mudable naturaleza: el torso gigantesco de Samuel cnocluía en dos cortas, robustas y arqueadas piernas de enano. Al mismo tiempo el quimono chino que lo envolvía manifestaba todo su esplendor. Y ha llegado al fin la hora de que se describa tan notable prenda, con todas sus inscripciones, alegorías y figuras, porque, si Hesíodo cantó el escudo del atareado Hércules y Homero el de Aquiles que desertaba, ¿cómo no describiría yo el nunca visto ni siquiera imaginado quimono de Samuel Tesler? Si alguien adujera que un escudo no es una ropa de dormir, le diría yo que una ropa de dormir bien puede ser un escudo, como lo era la de Samuel Tesler, paladín sin historia, que a falta de corcel jineteó una cama de dos plazas y cuya sola caballería fue un sueño tenaz con que se defendió siempre del mundo y sus rigores. El quimono era de seda color amarillo huevo, y tenía dos caras: la ventral o diurna y la dorsal o nocturna. En la cara ventral y a la derecha del espectador se veían dragones neocriollos que alzaban sus rampantes figuras y se mordían rabiosamente las colas; a la izquierda se mostraba un trigal en flor cuyas débiles cañas parecían ondular bajo el resuello de los dragones. Sentado en el trigal fumaba un campesino de bondadosa catadura: los bigotes chinescos del fumador bajaban en dos guías hasta sus pies, de modo tal que la guía derecha se atase al dedo gordo del pie izquierdo y la guía izquierda al dedo gordo del pie derecho del fumador. En la frente del campesino se leía la empresa que sigue: "El primer cuidao del hombre es defender el pellejo". El área pectoral exhibía a un elector en éxtasis que depositaba su voto en un cofre de palo de rosa lustrado a mano: un ángel gris le hablaba secretamente al oído, y el elector lucía en su pecho la siguiente leyenda: "Superhomo sum!". En la región abdominal, y bordada con hebras de mil colores, una República de gorro frigio, pelo azul, tetas ubérrimas y cachetes rosados volcaba sobre una multitud delirante los dones de una gran cornucopia que traía en sus brazos. A la altura del sexo era dado ver a las cuatro Virtudes cardinales, muertas y llevadas en sendos coches fúnebres al cementerio de la Chacarita: los siete Pecados capitales, de monóculo y fumando alegres cigarros de banquero, formaban la comitiva detrás de los coches fúnebres. En otros lugares de la cara ventral aparecían: el preámbulo de nuestra Constitución escrito en carácteres unciales del siglo VI; los doce signos del Zodíaco representados con la fauna y la flora del país; una tabla de multiplicar y otra de sustraer, que resultaban idénticas; las noventa y ocho posiciones amatorias del Kama Sutra pintadas muy a lo vivo, y un anuncio del Doctor X, especialista en los males de Venus; un programa de carreras, un libro de cocina y un elocuente prospecto del "Ventremoto", laxante de moda. La cara dorsal o nocturna del quimono, la que Samuel Tesler exhibía cuando se daba vuelta, lucía el siguiente dibujo: un árbol cuyas ramas, después de orientarse a los cuatro puntos cardinales, volvían a unirse por los extremos en la frondosidad de la copa. Alrededor del tronco dos serpientes se enroscaban en espiral: una serpiente descendía hasta esconder su cabeza en la raíz; ascendente la otra, ocultaba la suya en la copa del árbol, donde se veían resplandecer doce soles como frutas. Cuatro ríos brotaban de un manantial abierto al pie del árbol y se dirigían al norte, al sur, al este y al oeste: inclinado sobre el manantial, Narciso contemplaba el agua e iba transformándose en flor.

[Disculpá la copia, Nati, pero a mí también me gusta esta parte.]

Instead of suns


[Fotógrafa: Lola Gómez]

[Pierna: mía]

Domingo (Tove Ditlevsen-Traducción de Francisco J. Uriz)


Nunca ocurre nada los domingos.
Nunca encuentras un nuevo amor en domingo.
Es el día de los infelices.
Día de pensión o día de familia.
Las horas más dolorosas de la amante
cuando se imagina a su amado
con sus hijos en las rodillas
mientras su mujer, sonriente,
entra y sale con tentadoras bandejas.
Un día maldito.

Alguna vez tuvo que haber sido diferente.
¿Por qué si no tendríamos todos
que esperar con ansias el domingo durante toda la semana?
¿Quizá cuando íbamos a la escuela?
Pero ya entonces las campanas sonaban
compungidas y grises como lluvia y muerte.
Ya entonces las voces de los adultos
eran débiles e insonoras como si buscasen a tientas
y en vano las palabras dominicales.

El olor a humedad y a pan mohoso,
a sueño, botas de goma y achicoria
ya subía entonces por la escalera
y la calle, que estaba dura, vacía y diferente
de una manera desolada ­
El olor dominical nos forraba
con la gruesa capa de la decepción
que sigue a una expectativa
sin meta específica.

Pero, entonces ¿cuándo? En un lugar anterior a la memoria
hubo felicidad, una expectativa irresistible
que todavía nadie había sido capaz de defraudar.
Entonces las campanas significaban que papá estaba en casa,
el bigote, las negras cejas y el olor a tabaco mascado
estaban allí y allí quedaban, en un lugar cercano,
y quizá la risa de tu joven madre
sonaba más alegre que los otros días.

Es domingo. Tú nunca encontrarás
un nuevo amor ese día.
Estás sentada en el cuarto de estar
apabullada y rígida como una figura de cartón
a los ojos de los niños.
Escarban con los pies
y se pelean sin energía.
«Deberíamos hacer algo», dices.
«Sí», dice una voz detrás del periódico.
Entonces os calláis los dos, porque todo lo que tenéis ganas
de hacer es oculto y secreto
y sería inaceptable para el otro.

Las campanas de la iglesia suenan. Las narices de los niños
se llenan de desesperanzado olor heredado.
Sobre sus dulces rostros se desliza
una fealdad pasajera.
Una luz marchita
nace en sus ojos.

Pero todos esperamos el domingo
toda la semana, toda nuestra vida,
esperamos la ilusión de cientos
de largos domingos vacíos, agotadores.
Día familiar, día de pensión,
el infierno de los amantes secretos.
Ese día en que la nauseabunda grisura de los adultos
impregna a los niños y establece
la incomprensible melancolía dominical de los años venideros.

4.5.08

Nueva Gramática Castellana (Primer usuario)

hermanos wowowowowowow

hola bien duilio lindo amigo si bien
fotolog mucho as amigo grande for duilio la amor
si amigo muchos duilio bien
wowowoowowowowowowwowowowowowowwoowwowo

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Para conservar la salud mental hay que evitar exponerse a las fotos. La cuestión gramatical está sólo debajo de las mismas.]

Existencialismo New Rave (No es ficción)

.
*





para ke eztamOz en la vidaa?*

para ke exiztimOz?*

para ke vivimOz, krezemOz, eztudiamOz i trabajamOz

zi dezpuez mOrimOz i nadie

ze va a akOrdar de nOzOtrOz?*

exizte la verdad?*








NOZOTROZFILOZOFAMOZ (sic).

[Si querés ver lo que es el verdadero existencialismo, fijate acá]
Hay que ser hija de puta...