25.9.08

Escena


Escucho un murmullo que parece provenir por detrás de una puerta que tengo al frente.

No sé si lo que veré detrás de ella me agraviará con algún beneficio espiritual o económico.

Me inclino sigilosamente hacia el picaporte, y casi como si no quisiera despertarlo de su sueño de bronce.

Aire caliente sale a mi encuentro al pasar la mano por el ojo de la cerradura antes de entrar, y por cada uno de los orificios centelleantes de la madera de burbujas en ebullición constante y de degradación.

Me quema la expresión un hálito de desesperanza que se convierte en una intervención infernal. Caliente como una fiebre de la niñez. Delirio. Tremendo. Delirio tremendo.

Mis hermanos en una habitación en llamas, rodeados de flamantes colchones.

Navidad, cerdo asado. Papel de diario. El mismo olor.

Doy la vuelta sobre mis pies, y camino hacia el living.

Me detengo. Dudo y me detengo. Miro hacia la puerta y hacia el paisaje que deja entrever.

Me acerco nuevamente. No traspaso el marco. Los ojos me comienzan a picar. La luz se hace intensa. Cierro la puerta.

El picaporte está tibio. Quizá sea una premonición. No, lo dudo.

Sergio A. Iturbe

31/10/06

[La autoría de la foto corresponde a Florencia Aizenberg].

23.9.08

Proyecto (J.D.Salinger)


Buscaría un empleo. Pensé que encontraría trabajo en una estación de servicio poniendo a los autos aceite y nafta. Pero la verdad es que no me importaba qué clase de trabajo fuera con tal de que nadie me conociera y yo no conociera a nadie. Lo que haría sería hacerme pasar por sordomudo y así no tendría que hablar. Si querían decirme algo, tendrían que escribirlo en un papelito y enseñármelo. Al final se hartarían y ya no tendría que hablar el resto de mi vida. Pensarían que era un pobre hombre y me dejarían en paz. Yo les llenaría los tanques de nafta, ellos me pagarían, y con el dinero me construiría una cabaña en algún lugar y pasaría allí el resto de mi vida. La levantaría cerca del bosque, pero no entre los árboles, porque querría ver el sol todo el tiempo. Me haría la comida, y luego, si me daba la gana de casarme, conocería a una chica lindísima que sería también sordomuda y nos casaríamos. Vendría a vivir a la cabaña conmigo y si quería decirme algo tendría que escribirlo, como todo el mundo. Si llegábamos a tener hijos, los esconderíamos en alguna parte. Les compraríamos un montón de libros y les enseñaríamos a leer y escribir nosotros solos.

[Este fragmento está sacado de "El Guardián entre el centeno" de la editorial Edhasa, aunque le saqué palabras como "gasolina" y "guapísima" y puse lo que corresponde a un castellano más prudente. De más está decir que es del palo, el muy hijo de puta, salvo por el sol, que debería desaparecer en cuanto antes].