4.2.09

El fugitivo


Después del disparo, corrió en dirección contraria a toda lógica: hacia la azotea. Fea palabra. Hacia la terraza.
Pisoteó formularios y geranios de oficina, escaló los peldaños de a dos.
Se mareaba.
Pretendía el detello de luz en un laberinto de escaleras enceradas, graníticas, dálmatas.
Tres o cuatro patadas al picaporte y la luz que estalla. Seis de la tarde.
Corre a través del aislante refractario ostentando, con gracia, una flor chorreante. Una flor incrustada en su pecho.
Las gotas se desprenden, multiplicadas hacia su coagulación. Una felicidad indefinida.
Corre, corre. No siente su propia respiración.
La puerta, presa del viento, aplaude a la izquierda y aplaude a la derecha.
Por reflejo, por automatismo, da la vuelta y apunta con su arma al vacío ascensor, cuya puerta tartamudea pateando un cráneo. Una y otra vez niega el cuerpo inerte pertenecer a una ficción en la que no es protagonista.
El traqueteo de un helicóptero negro, casi un odradek arltiano extemporáneo, secuestra la atención del cadáver para atarla en el fugitivo.
Parado en una cornisa, prepara el minucioso final, la trillada maniobra...
Preso de cierta elucidación espectral, vuelve sobre sus pasos. Da la vuelta. Separa al cuerpo de una patada y la puerta corrediza se abre por completo. Apreta el luminoso botón "PB". La puerta se cierra y al rato se abre, proclamando un tenue vértigo. Sale. Saluda al portero.
"Qué vicioso", piensa éste mientas encera la entrada del edificio.

- No es vicio..., es Hollywood- grita el fugitivo, guiñándole un ojo en señal de envejecimiento.

Sergio A. Iturbe

[La autoría de la imagen corresponde a Andy Warhol y se llama "Suicide"].

1 comentario:

me llaman Flor dijo...

Extraño, muy. ya te lo dije, me gustó, me gustó necesitar una segunda lectura, me gustó la vertiginosa velocidad de los hechos (no sé si aplica la palabra vertiginosa para lo que quiero decir, fue) y el final inseperado.