No fue como
siempre, saliendo del banco o de alguna empresa multinacional. No. Se podría
decir que fue en un lugar patético, cotidiano y falto de todo romanticismo: en
la División Estatal de Alimentación.
Salía con sus dos carmatics manejados por un solo
control sincronizado con los dos aparatos. En uno venían los óvulos no
fecundados de aves de corral y en el otro, las verduras deshidratadas.
Está bien que los Guardianes no
le dieron tiempo de reconfigurar el trayecto y desacoplarlo de su cuerpo, pero
extrañamente el control remoto cayó encima de los óvulos, lo que generó que
ambos carmatics terminaran sincronizados consigo mismos y que, eventualmente,
finalizaran como un residuo electrónico más de los que flotan en la alcantarilla
de Metrox.
Hay que decir que no fueron
originales en la forma de traslado: los Guardianes se lo llevaron en los
típicos copjets federales. La nave
celular, lejos de permitir que el cautivo se moviera, disponía de los famosos
Dispositivos Ergonomic X4, que no dejan siquiera fruncir el ceño o hacer una
mueca de desagrado.
Cuando llegaron al Centro de
Detención, no es que el cautivo se sorprendió de las inmensas proporciones de
acero blindado de que estaba hecho el edificio, sino que más bien miró con apatía
el piso como si fuera un Establecimiento Electrónico de Educación, y casi que
previó que el Rotech X5 lo inmovilizara en la mesa de cirugía telecomandada en
la que se transformaba cuando el paciente se dormía ayudado por la anestesia
peridural y de una dosis casi letal de suero de la verdad.
–No hace falta que te pregunte nada. Hablá.
–Tengo el sopor del suero de la
verdad. Y esta vez parece que se pasaron. Ya me deberían haber interrogado
durante lo que duraba el efecto.
–Las respuestas han estado al borde
de la poesía y queremos respuestas concretas.
–Mi forma consciente de hablar no
difiere en mucho de la otra. Tengo el entrenamiento que ya saben: el de poesía
y manipulación de robots de tortura. Y trabajo para ustedes. No pueden hacerles
hacer nada para lo que no hayan sido diseñados. En eso se parecen a nosotros.
–No los subestimes.
–Me parece que son ustedes los que
los están subestimando. Conozco a Rotech X5. Yo lo programé.
–Precisamente. Ese modelo tiene un
detalle. Quiero saber cómo se desprograma. La convivencia pacífica con robots
humanos ha sido catastrófica, con consecuencias dignas de Sodoma.
–Su diseño no se basa más que en
afecciones positivas. La negación no existe en esta tecnología. Ni el mal.
–Ése es el problema.
–Eso no es un problema.
–Sí, es un problema, mirá por qué te
lo digo.
Todos salen del
Establecimiento de Cirugía y ni siquiera se quedan a mirar. Se escucha un
portón gigante que se cierra y la camilla se incorpora en sus miembros
posteriores. Rotech X5 se acerca y le extiende una extremidad.
–Ahora viene la mejor parte –dice, y
le palmea la chapa que esconde los fusibles.