2.11.06

Escena.

Escucho un murmullo que parece provenir por detrás de una puerta que tengo al frente.
No sé si lo que veré detrás de ella me agraviará con algún beneficio espiritual o económico.
Me inclino sigilosamente hacia el picaporte, y casi como si no quisiera despertarlo de su sueño de bronce.
Aire caliente sale a mi encuentro al pasar la mano por el ojo de la cerradura antes de entrar, y por cada uno de los orificios centelleantes de la madera de burbujas en ebullición constante y de degradación.
Me quema la expresión un hálito de desesperanza que se convierte en una intervención infernal. Caliente como una fiebre de la niñez. Delirio. Tremendo. Delirio tremendo.
Mis hermanos en una habitación en llamas, rodeados de flamantes colchones.
Navidad, cerdo asado. Papel de diario. El mismo olor.
Doy la vuelta sobre mis pies, y camino hacia el living.
Me detengo. Dudo y me detengo. Miro hacia la puerta y hacia el paisaje que deja entrever.
Me acerco nuevamente. No traspaso el marco. Los ojos me comienzan a picar. La luz se hace intensa. Cierro la puerta.
El picaporte está tibio. Quizá sea una premonición. No, lo dudo.
Sergio A. Iturbe
31/10/06

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