21.3.07

Hoy no es un buen día.

Ahora sé cómo son las cosas.
Una vez más la lámpara quedó encendida, los modales desaparecieron y el whisky se hizo un poco dueño del ambiente. Se me declaró, el muy atrevido, la desolación hace cosas terribles, eternidades borgianas en una ducha, una bañera, y un Apóstol gritando obscenidades como si existieran las malas palabras, un poco de contacto con una calle de tierra, una absorción de caracteres previsuales, y una despedida donde comienza lo otro.
Un poco de vacío -se entiende- hizo falta para descubrirlo: estoy solo. Solo. Soledad celeste, donde ni el azul ni el blanco son protagonistas, sino uno con el que se teje un poco lo que llamamos “Violencia Existencial”. Vacío premeditado –si no, no vale- y la maldita ventana que osa ver el humo que sale, destrozarlo, vestirlo de transparencia y hacer como si no existiera. Una joda, si lo pensamos bien. No queda otra. Se sabe...
Las despedidas no son para macabros, ni para incestuosos. Preferiría no preferirlo, pero si no queda otra...
Vaciar el sentido de una vociferación de tanto pronunciarla lo delata, se mofa de nuestro jueguito, el muy hijo de puta.
Es prematuro –pareciera- este mendigar luz a una ventana, no es de la clase de cosas a la que le pido utopías, por más viciosa que se plantee la falacia.
¡Bienaventurados los que no escriben, porque no ven sus pensamientos ni sus palabras impresas, diciendo cosas en una instancia en que media la caridad de poner firmas y de tomarlo como insinuado, como apoteótico, o vacilando un rato, como mormón ante adolescente lector de Nietzsche! Un truco para disfrazar el idioma de vínculos con lo trascendente, recurrencias al infinito, prevaricato impune, saliva negra de tanto escupir por la ventana.
Me respeto de a ratos, cuando miro por esa vasija de cabildos en construcción, y ya no hay nada que perder que no sean argumentos, vaciados a velocidades descomunales, vicios estériles que encarecen la existencia en un hálito como de bilis, negra de tanto humo vacío, todo vacío, nada está lleno, la saciedad como concepto, la Nada como concepto, y un ejemplar de la “Crítica de la Razón Pura” bajo el brazo, condescendiendo con el truco más desacreditado de la historia: postular una moral, y por un rato sentir la posibilidad de estar bajo las propias estrategias de enunciación, con la debida parafernalia de héroes descansando plácidamente en la bibliografía.
¿Ya te vas? ¿Te desconcierto con mi música de verdades que penden de absoluta desidia?
¿Entrarás al amanecer por un desvelo a pedir que me calle? ¡Calle usted, estúpido, que se desvela la microfísica del alarido a conciencia!
El almanaque me acaba de mostrar un mes que aborrezco, uno que se codea con las convenciones y con las personas involucradas.
Vea lo que se hace con un poco de comedia vengada, devengada de los gastos de planillas, papers de divulgación y la carne molida reventada más de lo que se podía, en una vereda de sirenas y desborde publicitario.
A veces parece un favor esto de la ventana, la pienso como si su existencia fuera necesaria, como si fuera el-motor-que-no-se-mueve-ni-a-palos, al que hay que terminar por descartar, a menos que la de...porque...se fue el aliento, lo que terminaba manteniendo a duras penas como autor de una legalidad intelectual, una ciencia de asignación de estilos, según el contexto...no te vayas a olvidar del contexto...

Sergio A. Iturbe (05/03/07)
(Dedicado involuntariamente a Ramiro Martinez, por lo premonitorio que tiene la literatura...)

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