1.10.07

Diálogo sobre un diálogo (Jorge Luis Borges)

Distraídos en razonar la inmortalidad habíamos dejado que anocheciera sin encender la lámpara. No nos veíamos las caras. Con una indiferencia y una dulzura más convincentes que el fervor, la voz de Macedonio Fernández repetía que el alma es inmortal. Me aseguraba que la muerte del cuerpo es del todo insignificante y que morirse tiene que ser el hecho más nulo que puede sucederle a un hombre.
Yo jugaba son la navaja de Macedonio; la abría y la cerraba. Un acordeón vecino despachaba infinitamente la Cumparsita, esa pamplina consternada que les gusta a muchas personas, porque les mintieron que es vieja… Yo le propuse a Macedonio que nos suicidáramos, para discutir sin estorbo.

( burlón) – Pero sospecho que al final no se resolvieron-
( ya en plena mística)- Francamente no recuerdo si esa noche nos suicidamos.

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