11.10.11

El crimen

Siempre le había temido a los criminales callejeros. Teme principalmente los cuchillos, las navajas, las sevillanas. No sabría qué hacer si alguien le mostrara un arma con filo.
Sin embargo, para su propia seguridad, lleva siempre consigo una punta que antes era cuchillo.
En la oscuridad de la noche, en el callejón que debe cruzar para llegar a su casa, cree ver el destello de una hoja afilada en la mano de alguien desconocido que se recorta en un cielo claro, esperando debajo de una escalera.
Rápidamente saca la punta del mango rojo -que nadie sabe que tiene- y corre en sentido contrario.
Corre cuadras y más cuadras, hasta que el cansancio lo hace resbalarse y caer sobre su brazo hábil.
Al día siguiente, a los pocos minutos de haber amanecido, encuentran un cadáver apuñalado en la calle.
Pese a que la policía busca al culpable, jamás dan con las huellas dactilares que encuentran en el arma asesina.
Las cosas que con más razón demuestran que el crimen es premeditado son las siglas que encuentran en el arma.
Sobre el mango rojo, reluciente, brillan tres letras doradas que coinciden con el nombre de la víctima.

11/10/11

1 comentario:

me llaman Flor dijo...

Qué bueno!!! "El suicido no premeditado perfecto".