30.4.08

Soliloquio.

Lo que no era eterno se volvía provisorio.
Una jauría de dioses –pretéritos e intencionados políticamente- alineados como-gruesas-columnas-calumniadas.
Y claro… me paro como cubriéndome, como siendo una destreza perentoria. Noventa y tres años. ¿Para quién? Me bajo de las gradas en el soliloquio –aunque nunca hay soliloquios- y veo tu mirada vacía: intenciones prospectivas (¡Vacías!)
¿Y qué queda? La destreza de volverse logos; una prepotencia navegable.
Un soliloquio, aunque nunca hay soliloquios.

Sergio A. Iturbe
29/04/08

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